sábado, 22 de noviembre de 2008

SALVADOR DALI EN VOGUE-MEXICO.





SALVADOR DALÍ:
"Yo Soy el Arte Moderno".

Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE, marzo de 1982.
Republicado en Sábado de UNOMASUNO Ciudad de México, Réquiem a Dalí.

Sucedió el 14 de octubre de 1980, en la casa del artista en Port Lligat. Llegué a tocar su puerta sin ningún tipo de cita previa, esperando que me dijeran que Dalí no concedía entrevistas o algo así, por más que se tratara de Vogue. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando me hicieron pasar inmediatamente y dijeron que el artista nos esperaba. Y lo hacía en la Sala del Caracol de su mansión.

   -Bien -dijo Dalí-, le advierto que todo lo que se dice es absolutamente falso. Enrique Sabater ha sido nuestro amigo y colaborador y su ayuda ha resultado inestimable para nosotros (él y Gala, su mujer) durante los últimos 10 años...

   Así comenzó nuestra conversación, que duró unas dos horas, absolutamente debido a una casualidad a la que me llevó la idea (genial) del fotógrafo Marc Deniers, quien insistió que, ya que estábamos tan cerca de la casa de Dalí, tocáramos a su puerta. El caso es que diversas personalidades españolas habían desplegado por esos días una campaña en contra de la -se decía- funesta influencia que ejercía sobre el artista este señor de nombre Enrique Sabater, que hacía años fungía de secretario privado de Gala y Dalí. Nunca supimos por qué el periodista que esperaba no llegó nunca, pero lo atribuimos a las estrellas. Supongo que cuando Dalí se enteró, porque el hombre debió llegar al fin, dentro de su inmensa, terrible apatía, habrá esbozado una sonrisa. Hacía poco que había cumplido 76 años y su estado de salud le hacía parecer de mucha mayor edad. Hablaba perfectamente pero sus movimientos eran achacosos. El aseguró que trabajaba tres horas diarias, y dijo que eran absolutamente infundadas las noticias que hablaban de que sufría del mal de Parkinson. Recuerdo que en repetidas ocasiones alzaba la mano -que no temblaba- para asegurarse y asegurarme que su pulso estaba bien. Sin embargo, en momentos parecía confuso y mezclaba indiscriminadamente los idiomas castellano, francés y catalán. Dijo algo respecto a que se había negado siempre -y en forma rotunda- a aprender inglés, para que en USA sólo apreciaran su obra y no sus palabras, "que mi obra allá me proporciona muchos dólares y mis palabras nada".

   En todo caso, fue muy cordial, y su referencia a la situación con Sabater fue sólo cuando llegamos, dando la impresión que había accedido a hacer la declaración por insistencia de Gala. Luego, ante una pregunta mía, hizo un comentario favorable acerca del tono para hablar común a los chilenos, se levantó y me pidió que tomara algunos libros y textos que tenía en una estantería cercana, pidiéndome que leyera para él párrafos sueltos, escritos que aludían a su propia obra. Nos detuvimos en uno especialmente que era una conferencia que había escrito hacía unos 40 años, y que tituló: "Pinturas surrealistas e imágenes paranoicas", en la que dice en ciertos párrafos:

   "Soy el primero en sorprenderme, y muy a menudo me aterrorizo de las imágenes extravagantes que aparecen fatalmente sobre la tela. Verdaderamente yo soy nada más que el autómata que las registra, sin juzgar, y tan exactamente como es posible, el dictado de mi subconsciente, mis sueños, las imágenes y visiones hipnagógicas, y todas las manifestaciones concretas e irracionales, del mundo oscuro y sensacional descubierto por Freud, descubrimiento de una importancia capital para nuestra época, que toca las raíces, las más profundas del espíritu humano."

   "El hecho de que yo mismo no comprenda el sentido de mis pinturas en el momento en que las pinto, no quiere decir que no lo tengan. Al contrario, es un sentido tan profundo, tan sistemático y tan complejo que la interpretación debe de ser absolutamente científica..."

   "El público ha de extraer su placer de recursos ilimitados, de misterios, enigmas y angustias que estas imágenes ofrecen al subconsciente del espectador; expresan el lenguaje secreto y simbólico del inconsciente, cosa que viene a decir que las imágenes superrealistas son perfectamente comprendidas por aquello que hay de más profundo en el espectador y producen exactamente, de inmediato, el efecto poético por el cual son destinadas, de la misma manera que cuando el espectador protesta y cree conscientemente que no le han hecho nada..."

   Dalí no es en absoluto amanerado. Recordó constantemente a Luis Buñuel y, entonces, comentó que tenía un proyecto muy bueno para trabajar pronto junto al cineasta. Le comenté lo bella que era su casa, y dijo que se la habían comprado a una mujer que había tenido como huéspedes a Picasso y a Eugenio D’Ors, pero que le habían dicho que estaba ahora enclaustrada en un manicomio. Nos acompañó en ciertos momentos un señor muy humilde de nombre Isidoro Bea, que se sentaba discretamente a observarnos y luego desaparecía, para volver a entrar y en la misma actitud estar unos momentos y repetir el acto: nunca habló, pero hoy sé que se trataba de uno de los colaboradores más queridos de Dalí, un excelente escenógrafo y autor de gran parte de los fondos de las telas dalinianas. En un momento Dalí me preguntó si yo creía que Gala iba a morir: no supe qué decir, y él siguió conversando de otra cosa. En un momento la misma pregunta le hizo a Bea, quien tampoco respondió. Cuando volví a México, éste es el texto que publiqué.

   El "divino" Salvador Dalí habita en una de las zonas más bellas de la costa catalana, en Cadaqués. Su mansión se levanta junto a las tranquilas aguas marineras de Port Lligat, un pequeño puerto natural que se ha convertido en fuente de inspiración para el pintor vivo más famoso de nuestra época. Allí, Dalí y Gala, su compañera y musa, alimentan con la paz de este rincón envidiable la creatividad del genio.

   El camino de Cadaqués a Port Lligat está sembrado de piedras, hoyos y tierra sin pavimentar, lo cual constituye una especie de muralla natural de dificultades que evitan la llegada masiva de bañistas y curiosos. Ello permite que ese rincón mantenga el aire paradisíaco que le caracteriza en toda la zona. Así, el visitante no encontrará -fuera de la temporada turística- más que a una pareja de la guardia civil y a un reducido grupo de pescadores que se ocupan en sus tareas del mar. Ellos son prácticamente los únicos que conocen bien a Dalí en su rincón cotidiano.

   La mañana que visitamos a Dalí se hallaba ocupado en una composición escultórica. Descansa una mano sobre su obra, con la otra me saluda. No sé si besar su mano como lo hubiesen hecho los caballeros del siglo XV o apretarla efusivamente, así es que opto por entregarle una rosa roja que le llevábamos; le agrada que no tenga espinas y no se separa más de la flor. Tal fue la primera impresión que recibí. Los pelos alborotados muy blancos dejaban paso a la intensidad de su mirada inquisitiva y potente. Dalí ama la publicidad pero no permite cualquier intromisión a su privacidad.

   -¿Cómo está usted maestro?

   -Ay, ay, ay, ¿maestro? ¡Yo soy un desmaestro, porque todo aquel que me sigue se pierde!

   -¿Se pierde?

   -Yo me pierdo para encontrarme. Me desvisto y me encuentro lleno de pelos. Es por eso que el pensamiento está recubierto de pelos. También la memoria tiene pelos. En realidad sólo tiene importancia lo que existe por estar recubierto de pelos, y como todo está recubierto de pelos, todo es importante.

   -¿Se refiere a la importancia de la imagen?

   -¡Ay! ¡Eso es demasiado conceptualista! A la cosa hay que tocarla con los dedos, tomarla, besarla, acariciarla. ¡Es muy importante tocar!

   -Entonces ¿ya no le interesa la promoción?

   -Todas las promociones son válidas hasta agotar el número, ¡ay! el suave placer de no intentar la promoción, ¡de ser la promoción!

   -¿Qué está haciendo ahora? ¿Qué está creando?

   -Una modelo muy genial, muy fuera de lo normal, de una belleza extraordinaria; quizás es hombre; ¡no! ¡es mujer! Porque viene, se quita la ropa, y yo la cubro con cold cream. Es mitad mujer y mitad hombre, es un ángel. Realizaré con ella-él una marcha triunfal... invitaré a la policía. Tomo a esta modelo de belleza extraordinaria, toda cubierta de cold cream, y la apoyo sobre la tela y la aprieto. Después viene la policía y saca las huellas digitales, pero no tiene, y la policía es llevada por la policía.

   -¿Y luego?

   -Haré otro con los Grateful Dead (un grupo de rock originario de San Francisco, California). ¡Ay, ay! ¡Qué erótico es ese señor!

   -¿Cuál señor?

   -¡La Potasa! (se refiere a un travesti dominicano que desfilaba como mujer en presentaciones de grandes diseñadores en New York, sin ser descubierto hasta que él mismo lo hizo público en una conferencia de prensa en que le acompañó Dalí). ¡También es muy erótica y muy erótico. No sé. Todo el mundo me conoce y yo no conozco a nadie. Soy Dalí. En París reconstituí el paisaje de Por Lligat con el trasero de 30 enanos, y ¡fue excitante!

   -¿Excitante?

   -¡Ay sí! Lo que más excita es lo monstruoso... Lo erótico es lo rechazante; me excitan los ángeles, me gustaría hacerlo con ángeles. ¡La gente común de verdad no tiene interés! ¿Qué interés? ¡Ni para mirarla! Me gustaría ver hacerlo a un delfín, el delfín es muy erótico...

   -Entonces ¿no le gusta la gente?

   -Me gusta toda la gente. Todas las personas tienen algo; el que tiene una nariz horrible, de pronto tiene una boca maravillosa; el que tiene pies deformados, de pronto tiene un blanco de ojos... unas pupilas muy lindas, ¡muy lindas pupilas! ¡Eso haré! ¡Dos ojos! Que crecerán mientras más se miran, hasta abarcarlo todo, asfixiarlo todo, desaparecerlo todo... Me gusta mucho el mundo exterior. No puedo quedarme sin jugar con esta ¿flor? No es una flor, es una rosa, y una rosa es todas las flores y ninguna. No puedo dejar de jugar, de estar sin jugar con la realidad, y esto es real, una flor es real, todo es real, Port Lligat es real, ver, ver, ver, ¡oh! ¡Ver!

   Las aguas y los delicados acantilados de Port Lligat, los mismos que ahora contemplaba con Dalí, sentado de preferencia frente al escenario natural, han tomado cuerpo en infinidad de sus pinturas. De pronto, resulta como difícil ajustar aquella visión de la naturaleza a su obra y tomarla como surrealista. Sin embargo, en su presencia, el límite entre lo real y el sueño parece como fundirse para ser uno y otro lo mismo, en una superposición perfecta. La realidad concreta de la casa de Dalí, sus pelos enredados, su mirada que me estudia, las manos escuetas que tratan de avivar uno, dos, tres, más objetos... Marc tomando fotos de cuanto ve, como un niño encantado con lo que ve, todo junto, en un mismo momento, parece un cuadro tan real.

   El cuadro se rompe a veces con el ruido de un leve chapoteo del mar que golpea el discreto muelle que nace de la casa, pero no lo rompe, no, lo complementa, le pone la música de fondo al mundo de Dalí. Nos invita a cruzar a uno de los espacios interiores, a través de un estrecho e irregular pasillo de cuyas paredes cuelgan toda clase de instrumentos propios de los marineros; al final, una abertura en forma de negativo de pirámide da paso a un pequeño patio mediterráneo. Bellas ornamentaciones, decó y de diversas facturas, adornan los alrededores. Se instala junto a un gran muñeco, al borde de un jardín arabesco, recostado en almohadones vigilado por cabezas de animales salvajes disecados. Le pregunto de pintura, por el estilo que más le atrae, y responde:

   -Lo que más me gusta es la pintura hiper realista, los pintores que copian exactamente una foto. Yo lo dije e hice siempre: lo que vemos en las cosas no está en ellas, no está en las cosas; está en nuestra alma: lo que vemos en las cosas está en nuestra alma, no en las cosas... cuando un tonto copia una foto, le sale una tontería; si Velázquez copia una foto le sale un Velázquez. Los artistas copian lo que ven; es como en el amor, es lo mismo: la imagen entra por los ojos y sale por el sexo. En pintura es lo mismo: entra por el ojo y sale por la punta del pincel.

   -¿No cree posible tener, por decir así, imágenes exteriores?

   -No, no, no, no... Siempre viene desde adentro.

   -¿Y los ciegos?

   -Se excitan porque tienen visiones.

   Todo en Dalí es súbito. De repente se queda extasiado mirando algo; veo y es una bella modelo que acaba de entrar y que se instala a esperarlo a unos metros; es una mujer muy sugestiva, extraña, de rasgos finísimos. El grita:

   -¡Oh, oh, oh! ¡Es un pierrot! ¡Oh, oh!...

   -¿Le fascina?

   -¡Noooo! ¡Síííí! Este pierrot es angelical y es de Norteamérica. Para mí es el contacto España-New York. ¡Es taaan norteamericana! Todo eso que ella tiene me fascina mucho, le tendré que dar un beso en la punta del bigote, cuando le pinte uno... ¡Nooo! ¡Oh, noooo! Miraré y no tocaré. ¡Pregunta algo!

   -¿Qué piensa de Picasso?

   -No a mí. Pregunta al pierrot lo que se te ocurra.

   -...no se me ocurre qué preguntarle.

   -Oh bueno, pregúntame a mí algo.

   -¿Qué piensa de Picasso?

   -¡Ay, lo he dicho tanto! Debes leerme un texto de una conferencia que di hace treinta años, pienso igual.

   El texto decía (fragmento): "Señores: Como siempre pertenece España al mundo de los máximos contrastes. Esta vez es la persona de los dos pintores más antagónicos de la pintura contemporánea: Picasso y yo, servidor de ustedes. Picasso es español; yo, también. Picasso es conocido en todos los países del mundo; yo, también. Picasso es comunista; yo, tampoco."

   Dalí manifiesta deseos de besar a la modelo-pierrot, y la despedida se abre paso con un Moët et Chandon rose, que nos ofrece sin ninguna ceremonia. La conversación ha abarcado diversos y nada comunes temas, y otros cotidianos como la situación mundial ("es única, definitiva, sublime ¡qué miedo!"); los problemas ("vienen-se-van-vienen-se-van-vienen-se-van..."); la belleza de Port Lligat, las exigencias del artista y las obligaciones a que puede verse sometido. De lo único que se impresiona es de todos los visitantes que pretenden impresionarlo ("todos quieren impresionarme porque yo a todos impresiono sin querer, ¡no! ¡Qué digo! ¡Queriendo!"). Está absolutamente seguro de ser quien es:

   -Yo soy el arte moderno. Es que el arte moderno es el único vivo que hoy existe, el único vivo de nuestro tiempo, y el único que corresponde a la realidad histórica de los tiempos que vivimos, los cuales en verdad son desastrosos. Yo también soy desastroso. Pero yo soy Dalí.

   Cuesta trabajo desprenderse de él, olvidar Port Lligat, donde las embarcaciones van confundiéndose en el paisaje marino bañado cada vez más de azul nocturno. Abandonamos la casa de Dalí mientras del suave chapoteo del agua entre las rocas parece como si arrancara un entramado de notas raramente musicales.

En papel vegetal en VOGUE y unomásuno-México
(c)Waldemar Verdugo Fuentes.
Fragmento del libro "Gentes Notables".
SITIO RAIZ